domingo, 9 de agosto de 2015

Jesús dice, yo soy el pan que baja del cielo

El Santo Padre indicó que hoy continúa la lectura del sexto capítulo del Evangelio de Juan, en el que Jesús, tras realizar el milagro de la multiplicación de los panes, “explica a la gente el significado de aquel ‘signo’”.
El Papa recordó que “como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la experiencia de la sed y del signo del agua, Jesús aquí parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él”.
“La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el milagro: ¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos”.
Ante esto, dijo el Papa, “Jesús responde: ‘Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió’, y añade ‘Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna’.
“Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: ‘Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre’, ‘el que cree en mí, tiene Vida eterna’. Nos hace reflexionar”.
Francisco destacó que “esta palabra se introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la Persona de Jesús, donde un papel decisivo juega el Padre, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí”.
El Santo Padre subrayó que “no basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio: esto es importante ¿eh? Pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como aquel de la multiplicación de los panes”.
“Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es más, también lo despreciaron y condenaron”, recordó, para luego cuestionarse “¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el padre? No: esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado la fe no entra”.

En cambio, destacó, “la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos ‘atraer’ por el Padre hacia Jesús, y ‘vamos a Él’ con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el Rostro de Dios y en sus palabras la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y allí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe”.
Con esta actitud de fe, dijo el Papa, “podemos comprender el sentido del ‘Pan de la vida’ que Jesús nos dona, y que Él expresa de esta manera: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.