martes, 31 de marzo de 2015
viernes, 27 de marzo de 2015
EL SEÑOR DE BURGOS
Es
una escultura con leyenda y se mantiene por fortuna; los fieles entran por una
pequeña puerta que da al exterior.
Dicen que en 1765 su imagen se apareció en
una visión cuando rezaba en el huerto la madre priora Sor Jerónima de Jesús, y
le dijo que quería que se le hiciera en ese lugar una capilla. En la noche ella
lo vio nuevamente en sueños indicándole que no se preocupara en buscar escultor
que éste lo llevaría. La sorpresa de la madre no tuvo límites cuando se
presentó un agustino y le dijo que le traía una talla de un Cristo Crucificado:
su precio era de 400 pesos. La madre reunió 300 y le rogó un descuento. Aquel
dijo que la imagen era una buena talla y que se la habían pedido para Chile
pero no pudo llevarla porque cada vez que embarcaba el mar se encrespaba. No
había trato y quiso levantarlo para llevárselo pero no pudo. La imagen había
duplicado su peso. Buscó unos hombres y cuando quiso moverlo, la cruz se
enraizó en el piso de la portería, de los brazos y del cabezal salieron ramas
frondosas y comenzó un tremendo vendaval. Asustado, el autor aceptó la cantidad
ofrecida y lo dejó. Actualmente, los devotos de los Barrios Altos visitan al
Señor de Burgos, sobre todo en Semana Santa.
Una
de las imágenes más veneradas de nuestro Monasterio es la del Señor de Burgos,
conocida por el Cristo milagroso que tantas gracias y favores colmó y sigue
colmando a sus devotos.
Los
sucesivos terremotos que asolaron Lima debilitaron casi siempre en gran parte
el templo; por ello tuvo que pasar por tres restauraciones y hoy en día
necesita una cuarta restauración.
Pero
lo que perdura y es cada vez más fuerte es el amor de todas aquellas hermanas
nuestras que pasaron dando ejemplo de santidad y entrega al servicio de Dios y
de los hermanos.
En
ningún momento de nuestra historia la fraternidad de hermanas Clarisas se
mostró indiferente ante los peligros eminentes de catástrofes naturales,
guerras, y la extrema pobreza que varias veces desoló nuestro país. Como otras
“Claras”, desde los torreones del silencio de su monasterio defendieron con fe
inquebrantable a su Divino Esposo conservando la armonía y la paz de todos los
peruanos; almas eucarísticas que supieron dar todo de sí por Amor, con el Amor
y para el Amor.
Se
acerca un nuevo despertar, no debemos de dejarlo pasar, pues con el
reconstruimos el presente y seguimos amando en el futuro. Son cuatro siglos de
presencia clariana en la ciudad de Lima y nunca se apagó la lámpara del
sagrario; muchas almas consagradas pidiendo al Señor por la conversión del
mundo entero, las necesidades de la Iglesia y la salud del Papa: “constructoras
y sostenedoras de los miembros vacilantes de Cristo, la Iglesia”
fuente Juan Orrego.
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