San Francisco amaba a todos los animales, pero especialmente a los más desfavorecidos y a los que el resto de los hombres atendían menos. No buscaba servirse de ellos, sino que los quería por ser considerados inferiores.Con especial cariño trataba a las alondras, de las que decía:
“Nuestra hermana alondra lleva en su moño capucha, como nosotros, y es un ave humilde, que va alegre por los caminos buscando granitos para comer, y aunque los encuentre entre el barro y la basura, los saca y se los embucha… Cuando vuela, alaba al Señor, como los buenos religiosos, que menosprecian lo terreno y tienen su conversación en el cielo.
Además, el vestido de su plumaje, con las mangas largas de sus alas, es como el nuestro, de color terroso, y así da buen ejemplo a los religiosos para que no se vistan con trajes preciosos o llamativos, sino con la sencillez y el pardo color de la tierra de los campos.
Como el bienaventurado Francisco veía todo esto en las hermanas alondras, las amaba mucho y las contemplaba de buen grado.
“Nuestra hermana alondra lleva en su moño capucha, como nosotros, y es un ave humilde, que va alegre por los caminos buscando granitos para comer, y aunque los encuentre entre el barro y la basura, los saca y se los embucha… Cuando vuela, alaba al Señor, como los buenos religiosos, que menosprecian lo terreno y tienen su conversación en el cielo.
Además, el vestido de su plumaje, con las mangas largas de sus alas, es como el nuestro, de color terroso, y así da buen ejemplo a los religiosos para que no se vistan con trajes preciosos o llamativos, sino con la sencillez y el pardo color de la tierra de los campos.
Como el bienaventurado Francisco veía todo esto en las hermanas alondras, las amaba mucho y las contemplaba de buen grado.
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