A los cuarenta días después de la
Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima misión de
establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús iba a subir al cielo, donde le
esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida Madre, a los Apóstoles
y discípulos y se despidió de ellos.
Jesús entró en los cielos para
tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra, gustaba siempre de
la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria
de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre
celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.
Dios y Padre nuestro, haznos
participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que la sigamos en la
nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo
pedimos por nuestro Señor Jesucristo.
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