Jesús antes de realizar
el milagro de la resurrección de Lázaro en Betania hace una solemne
proclamación de Sí, que ha dado a generaciones y generaciones de
cristianos, a través de los siglos, una esperanza de firmísima
certeza. Dice el Señor a Marta, hermana de Lázaro: "Yo soy la
resurrección y la vida: el que cree en Mí, aunque haya muerto,
vivirá; y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre"
(Jn 11, 25-26). En cuanto Hijo de Dios, Jesús no es solamente
Mediador para sus fieles, sino también autor o causa eficiente de
esa vida superior que vence a la muerte y no es dada sólo en el
último día, sino todos los días. El Señor pide a Marta y, por lo
tanto, a todos nosotros esta fe. Respondamos también nosotros,
juntamente con Marta, con una profesión de fe en Jesús, Mesías:
"Sí, Señor: yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo" (Jn 11, 27).
Reconozcamos también
nosotros a Cristo como a nuestro Señor, como a Aquel que está ante
nosotros, lo mismo que estaba ante la tumba de Lázaro en Betania.
También nosotros tenemos necesidad de resurrección. ¿Acaso no es
toda nuestra vida un resurgir del mal, de la enfermedad, de la
muerte? Pero no temamos, hay un Salvador, está Jesucristo entre
nosotros. El está ante nosotros y nos grita como a Lázaro: "Ven
afuera" (Jn 11, 43). Sal fuera de tu enfermedad física y moral,
de tu indiferencia, de tu pereza, de tu egoísmo y del desorden en
que vives. Sal fuera de tu desesperación y de tu inquietud, porque
ha llegado el tiempo anunciado por los Profetas, el tiempo de la
salvación, en el que "yo os haré salir de vuestros sepulcros,
pueblo mío... os infundiré mi espíritu y viviréis" (cf. Ex
37, 12-14).
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