El tiempo de Pascua nos
llena de gozo, y la fuente de este gozo es el amor indómito de Dios
que nos llega por Jesucristo. Ningún rechazo, ninguna injusticia,
ninguna crucifixión, ningún sepulcro, puede frustrar el poder del
amor de Dios.
No hay imagen que nos
hable mas profundamente, mas hermosamente y mas íntimamente sobre el
amor de Dios que la imagen del pastor que da su vida por sus ovejas.
Mas que un pastor que
‘guía,atiende, refresca, rescata, alimenta, reúne,y unge’ sus
ovejas, el pastor del evangelio de Juan es uno que ‘ENTREGA SU VIDA VOLUNTARIAMENTE POR SUS OVEJAS Y LA RECUPERA POR ELLAS’. El tiempo
de Pascua nos llama ves tras ves a fascinarnos con este misterio de
la pasión y resurrección de Cristo, y de centrar nuestras vidas en
su amor salvador. No es para una multitud, por grandes números, que
Cristo da su vida, sino es por cada persona – sin excepción – a
quien el conoce y llama por nombre. Es para la oveja perdida – es
para ti y para mi. Pablo entendió esto y esto cambio su vida: “He
sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en
mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de
Dios, quien me amó y dio su vida por mí”(Gálatas 2,20). (Tened
en cuenta como Pablo enfatiza como entiende el amor de Dios tan
personalmente.) Cada persona puede profesar estas palabras de Pablo;
verdaderamente, este es en corazón de la experiencia cristiana del
amor de Dios en Cristo. Dos mil años después, somos los que estamos
históricamente mas halla del rebaño original, pero somos lo que
hemos también oído su voz y pertenecemos a su rebaño. Este
evangelio también nos recuerda que somos llamados por nombre, somos
llamados a responder a la voz del pastor sobre todas las voces.
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