El Santo Padre indicó
que hoy continúa la lectura del sexto capítulo del Evangelio de
Juan, en el que Jesús, tras realizar el milagro de la multiplicación
de los panes, “explica a la gente el significado de aquel ‘signo’”.
El Papa recordó que
“como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la
experiencia de la sed y del signo del agua, Jesús aquí parte de la
experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e
invitarnos a creer en Él”.
“La gente lo busca, la
gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el milagro:
¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero
pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no
comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos”.
Ante esto, dijo el Papa,
“Jesús responde: ‘Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el
Padre que me envió’, y añade ‘Les aseguro que el que cree,
tiene Vida eterna’.
“Nos sorprende, y nos
hace reflexionar esta palabra del Señor: ‘Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre’, ‘el que cree en mí, tiene Vida
eterna’. Nos hace reflexionar”.
Francisco destacó que
“esta palabra se introduce en la dinámica de la fe, que es una
relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la
Persona de Jesús, donde un papel decisivo juega el Padre, y
naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito
aquí”.
El Santo Padre subrayó
que “no basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer
la Biblia, el Evangelio: esto es importante ¿eh? Pero no basta. No
basta ni siquiera asistir a un milagro, como aquel de la
multiplicación de los panes”.
“Muchas personas
estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es más,
también lo despreciaron y condenaron”, recordó, para luego
cuestionarse “¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el padre?
No: esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del
Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado la fe no
entra”.
En cambio, destacó, “la
fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece
cuando nos dejamos ‘atraer’ por el Padre hacia Jesús, y ‘vamos
a Él’ con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios;
entonces reconocemos en su rostro el Rostro de Dios y en sus palabras
la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en
la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y
allí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe”.
Con esta actitud de fe,
dijo el Papa, “podemos comprender el sentido del ‘Pan de la vida’
que Jesús nos dona, y que Él expresa de esta manera: ‘Yo soy el
pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo”.
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