Es verdad que son pocos
los que se salvan? ¿Cuántos se salvan? Ya en tiempos de
Jesús esta pregunta daba vueltas en la cabeza de la gente. Jesús no
responde con cifras ni porcentajes, sólo indica el camino de la
salvación, como si nos dijera que no nos preocupemos por el
número, sino por salvarnos. Y da algunos detalles importantes
para lograrlo: la puerta de entrada es estrecha, o sea que
no pasan los grandes; hay que hacerse pequeño, humilde. Al
cielo: no llegan los que quieren merecerlo con la propia voluntad,
sino los que se lo piden al Padre del cielo. El Padre, en el
momento preciso, abrirá la puerta lo más que pueda, entonces
será muy ancha para los pequeños. Al cielo no se puede llegar con
equipajes, presunciones o por mérito propio, invocación de
amistades, haber comido o bebido con el Señor o haberlo acompañado
en los caminos, los templos y las plazas. Para el que llegue
con estas excusas, la puerta será estrecha, y no podrá
pasar. Por el contrario, la puerta será hermosa y grande
para los que han recibido a Dios de mil formas al buscarlo sobre
todas las cosas y confiar sólo en él. Para estos, él dará
una gran fiesta en la que ya participan multitudes de Oriente
y Occidente, ricos, pobres y gente de todas las razas y los
pueblos de la tierra. Jesús enseña esto en el camino a
Jerusalén, donde va precisamente para abrirnos la puerta a todos
con su pasión y muerte. Al final de ese camino, prepara una cena a
la que ha invitado a sus amigos con el fin de celebrar un
memorial para la salvación de todos los hombres. Él quiere
abrirnos la puerta, pero con la condición de no ir cargados de
nuestro propio “yo”.Hoy Jesús te invita a vivir de manera tal
que la puerta estrecha sea bella y ancha al final de tu camino.
P. Aderico Dolzani,SSP
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