En
la vida de Jesús, no caben dudas de que es necesario
destacar tanto su concepción y nacimiento como su niñez. en esta
historia no podemos olvidar la figura de José, hombre justo
y obediente, y que por medio de él, Jesús se convierte en
descendiente de David. José es el verdadero modelo del padre de
familia y, en cuyo sueño, Dios se manifestó y salvó a la
Sagrada Familia.
Nosotros
anhelamos que nuestra familia sea como la de Jesús; sin embargo,
constatamos que es común encontrar familias monoparentales; o una
abuela, tía o tío haciendo el rol de “padres”; o comprobamos
que existen familias ensambladas...
Los
cristianos debemos aceptar que la sociedad actual vive los
vínculos familiares de una manera diferente a los tradicionales, ya
que hay muchas personas de buena voluntad o gran corazón que se
hacen cargo de la crianza de los niños que requieren afecto,
personas con pensamientos distintos de otras pero con capacidad para
brindar cariño a los niños. Todo en contraposición a la gran
cantidad de gente que no es responsable con el hijo que
engendraron.
La
familia de Jesús tuvo que velar por su seguridad, vivir
como exiliados en Egipto y, luego, recomenzar su vida en Nazaret.
allí Jesús, María y José vivieron el amor de familia,
aparentemente como cualquier otra. no obstante, su vida familiar no
estuvo exenta de problemas, y Jesús pudo crecer en edad,
sabiduría y gracia de Dios. Se educó bajo el alero de un padre
que, como buen judío, le enseñó a orar y valorar la dignidad del
trabajo. Acompañando a su madre, vivió la simplicidad de la pobreza
y la fortaleza de espíritu. en ambos, observó la humildad
de corazón y el amor mutuo, atesorándolos eternamente como su don
más preciado.
P.
Fredy Peña Tobar, ssP
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