La fiesta de la navidad,
que celebramos recientemente, nos trajo la feliz noticia de que Dios
no está solo, sino que ha querido manifestarse en la persona de su
Hijo amado.El Bautista se presenta como portador de una instancia
del juicio de Dios por los pecados. Por eso sorprende que
el Mesías quiera hacerse
bautizar, y no que él administre un bautismo. Pero esta decisión
de Jesús lo lleva a ser uno con el pecador. Él, que vive en
perfecta comunión con Dios Padre, no se aparta de los
hombres, sino que vuelca su mirada de misericordia hacia ellos y
comparte su suerte.
¿Por qué Jesús se
somete al bautismo de Juan? Parece un contrasentido, pero con
este acto cumple toda “justicia”, que no tiene nada que
ver con un código de leyes religiosas o morales, ni con
la justicia predicada por los fariseos o doctores de la Ley. Su
justicia es aquella que consuma la voluntad del Padre, es
decir, ser paciente y misericordioso con el hombre. Jesús, con
su misericordia, nos ofrece su gracia, la misma que en
unas bodas permitieron la continuación del festejo y que está
presente cuando se bendice el vínculo de dos personas que se
aman. La misma gracia que se manifiesta cuando perdona al
paralítico y lo sana, y que ahora percibimos cuando somos
absueltos, luego de confesar nuestras faltas.
Ante una sociedad que
rechaza la enseñanza de que Dios actúa por medio de un
sacramento, la fiesta del Bautismo del Señor ratifica que
Jesús no escogió un camino fácil, sino que decidió
compartir nuestro propio destino. Quiso ser solidario con el
hombre y dejó que su Iglesia actúe en su nombre a través de
signos y palabras de perdón, los mismos que realizó y dijo
cuando estuvo entre nosotros.
P. Fredy Peña Tobar,
ssP
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