El
nacimiento del Hijo de Dios es la mejor noticia que se ha
escuchado en toda la historia. En Navidad, recordamos y
revivimos ese designio de Dios que es universal, pues tiene por
finalidad reconciliar a toda la humanidad con él para reparar
la desunión primigeniacon
el Creador y restablecer el vínculo de fraternidad roto con
la sangre de Abel.
La
encarnación y el nacimiento, con ese objetivo, tuvieron sus
consecuencias. Jesús fue hijo, vecino y amigo y, desde su
humanidad plena, se interesó por dignificar a las personas
enfermas, pobres, descarriadas, marginadas... Así subió a la
cruz, donde comenzó una nueva creación de cielos nuevos y tierra
nueva. Naciendo en una determinada cultura y, por ende,
religión, mostró los intereses de Dios y los defendió de un culto
inmisericorde y legalista, donde valía más la ofrenda material
que el arrepentimiento del corazón. Como Hijo, entonces, nos enseñó
que Dios es Padre y nosotros, hermanos, sin distinción de
raza, lengua o nación; sin acepción de personas. El Hijo de
Dios hecho hombre puso así su tienda entre nosotros y
nunca más la levantó. Hoy celebramos ese nacimiento y lo
liberamos del falso revestimiento con que lo hemos
recubierto: una religión del consumo de luces y regalos, brindis
frívolos, comidas opíparas y personajes exóticos. Hoy debemos
recordar que la tienda de Jesús está en medio de los hogares de los
desempleados; de las víctimas del narcotráfico, el consumo
de drogas, y la trata de personas; de los accidentes viales y la
inseguridad; de los ancianos abandonados y del 30% de los
argentinos pobres. Esa buena noticia bimilenaria que ha llegado
a la humanidad espera que nosotros la hagamos alegría en
Navidad, encarnando enel
hoy de la historia al mismo Hijo de Dios.
P.
Fernando Teseyra, ssP
No hay comentarios:
Publicar un comentario