domingo, 29 de abril de 2018

V DOMINGO DE PASCUA :YO SOY LA VID, USTEDES LOS SARMIENTOS


«El evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena en cuando sabe que la muerte está ya cerca. Ha llegado su hora. Por la última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en su mente una verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio de ellos, los apóstoles podrán quedarse aún unidos a Él de un modo nuevo, y así traer mucho fruto. Y todos podemos estar unidos a Jesús en un modo nuevo. ¿Y cómo es este modo nuevo?
Por el contrario si uno perdiera la comunión con Él, se volvería estéril, o peor, dañino para la comunidad. ¿Cuál es el modo nuevo?
Y para expresar esta realidad, Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos. Y dice así: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”.
Y con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, aunque no esté físicamente presente. Jesús es la vid y a través de Él --como la linfa en el árbol-- hace llegar a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús nos quiere hacer entender la importancia de estar unidos con Él.
Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de ellos. Así es para nosotros los cristianos. Insertados con el bautismo en Cristo, hemos recibido de Él gratuitamente el don de la vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo.
Es necesario mantenerse fieles al bautismo y crecer en la intimidad con el Señor mediante la oración, la escucha y la docilidad a su palabra, la participación a los sacramentos, especialmente la eucaristía y la reconciliación.
Si uno está íntimamente unido a Jesús, se beneficia de los dones del Espíritu Santo que --como dice San Pablo-- son 'amor, alegría, paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí'. (Gal 5,22). Y estos son los dones que nos vienen si permanecemos unidos a Jesús. Y como consecuencia una persona que así unida hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho se reconoce que uno es cristiano, como de los frutos se reconoce el árbol.
Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque nosotros somos una unidad de espíritu y cuerpo.
Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.
Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia.
Confiémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y dar testimonio de manera coherente de nuestra fe, coherencia de vida y de pensamiento, de vida y de fe; conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos a la única misión salvadora de Jesucristo, el Señor». 
 


domingo, 22 de abril de 2018

IV DOMINGO DE PASCUA :"YO SOY EL BUEN PASTOR"


El tiempo de Pascua nos llena de gozo, y la fuente de este gozo es el amor indómito de Dios que nos llega por Jesucristo. Ningún rechazo, ninguna injusticia, ninguna crucifixión, ningún sepulcro, puede frustrar el poder del amor de Dios.
No hay imagen que nos hable mas profundamente, mas hermosamente y mas íntimamente sobre el amor de Dios que la imagen del pastor que da su vida por sus ovejas.

Mas que un pastor que ‘guía,atiende, refresca, rescata, alimenta, reúne,y unge’ sus ovejas, el pastor del evangelio de Juan es uno que ‘ENTREGA SU VIDA VOLUNTARIAMENTE POR SUS OVEJAS Y LA RECUPERA POR ELLAS’. El tiempo de Pascua nos llama ves tras ves a fascinarnos con este misterio de la pasión y resurrección de Cristo, y de centrar nuestras vidas en su amor salvador. No es para una multitud, por grandes números, que Cristo da su vida, sino es por cada persona – sin excepción – a quien el conoce y llama por nombre. Es para la oveja perdida – es para ti y para mi. Pablo entendió esto y esto cambio su vida: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”(Gálatas 2,20). (Tened en cuenta como Pablo enfatiza como entiende el amor de Dios tan personalmente.) Cada persona puede profesar estas palabras de Pablo; verdaderamente, este es en corazón de la experiencia cristiana del amor de Dios en Cristo. Dos mil años después, somos los que estamos históricamente mas halla del rebaño original, pero somos lo que hemos también oído su voz y pertenecemos a su rebaño. Este evangelio también nos recuerda que somos llamados por nombre, somos llamados a responder a la voz del pastor sobre todas las voces.

sábado, 14 de abril de 2018

III DOMINGO DE PASCUA


«El camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones. La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes hacia nuestra “Emaús”, dando la espalda al designio de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de la esperanza y en la comunión nos da fuerza.

Palabra de Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien, leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados que se sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recuérdenlo bien! ¡Cuando tú estás triste o algo así, toma la Palabra de Dios! ¡Cuando tú estás desanimado, toma la Palabra de Dios y ve a la Misa del domingo a hacer la Comunión, a participar del misterio de Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.»
S.S. Francisco