Jesús
nos muestra
los medios para vencer al enemigo:
“Vigilad y orad para no caer en
la tentación” Mt 26, 4.
Lo
primero que nos muestra Cristo es que la tentación no tiene nada de
malo en sí misma. Hay una diferencia grandísima entre sentir la
tentación y aceptar la tentación. Podemos sentir todas las
tentaciones del mundo, pero si no las aceptamos no hay problema.
Además, si las rechazamos por amor a Dios, la tentación se
convierte en un momento valiosísimo. Podemos demostrarle que le
preferimos a Él antes que a nosotros mismos.
Jesús
vence las tentaciones del demonio porque prefería vivir la voluntad
del Padre antes que la suya, porque buscaba la gloria del Padre sobre
la suya, porque ponía los planes de Dios antes que los suyos.
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