Juan
se presenta como el testigo de la luz. En algunos ambientes de
Palestina, Juan Bautista era considerado como el verdadero
Mesías. Así lo entendieron algunas corrientes espirituales del
siglo I, que negaban el mesianismo de Jesús. El testimonio de
Juan acerca de Jesús suscitaba adhesión y anhelos de
conocer a Dios. Jesús es la luz que resplandece para todo el
género humano, pero para muchos esa luz, por momentos, se
esconde y les cuesta verla. Él no se impone, no usa la violencia ni
fuerza a nadie. Él es la luz que respeta la libre decisión del
hombre y no deja estéril la opción por su persona.
Juan,
fiel a su misión de precursor, es el profeta que sensibiliza con
su palabra y alecciona con sus actos, no para adquirir
honores, sino para denunciar lo que está errado y proclamar
lo que permanece oculto: Jesús. Hoy vemos que parte de la
humanidad se siente perdida y parece que no encuentra un sentido, y
la figura de Jesús, cada vez le apasiona menos. Como consecuencia,
le parece más fácil consultar a los gurúes de turno,
porque se presentan más actuales y postulan un modo de vivir
sin muchas exigencias, donde todo está permitido y se rechazan
las exigencias de la Buena Noticia: vivir en paz, ser solidarios
y mantener la unión con Dios. Queremos caminar bajo la luz, pero
siempre y cuando no tengamos que pagar un precio por ello. Hoy
vivimos la esperanza de ser discípulos de Cristo luz, pero esto
entra en contraste con personas, aparentemente creyentes, que
siguen ideologías idolátricas, apoyándose en el dinero, en el
prestigio o en otras cosas. Seamos testigos de la luz
anticipando
el reino de la paz, el amor y la justicia.
P.
Fredy Peña Tobar, ssP
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