sábado, 9 de diciembre de 2017

Segundo Domingo de Adviento: “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”

Juan Bautista anticipa la venida del Señor, no la de cualquier profeta. Con su bautismo, prepara a las personas para la aceptación de aquella novedad de Dios en la historia: Jesús. Así invita a considerar una nueva manera de relacionarse con Dios y la necesaria conversión que esto trae. Con frecuencia, los seres humanos tendemos a alejarnos de Dios y preferimos aferrarnos a las personas o las cosas, más que colocarlo en el centro de nuestro corazón. Focalizamos nuestras expectativas de vida, intereses y esperanzas en afectos desmedidos que, a la postre, nos traen desilusión y tristeza.
Cuando Juan llama a la conversión, nos interpela: “¿Quién es tu Dios? ¿Qué es lo que ocupa el centro de tu vida?”. La conversión nos redirige a Dios y nos muestra que, aceptando el bautismo como expresión de transformación, hay espacio para la misericordia. ¡Este es el gran grito del Adviento! Si alguien está en tinieblas y en sombras de muerte, si alguien ha perdido la amistad con Dios y no sabe cómo volver a él, este es el tiempo de regresar. Esta es la hora para dejar que Jesús entre y habite en nuestro corazón, para vivir como él vivió.Juan Bautista pudo encaminar a muchos a la conversión y el bautismo, pero, sobre todo, para que acepten a Aquel que él les anunciaba. Solo el Padre Dios y su Hijo pueden comunicarnos su Espíritu. El Espíritu que da Jesús nos hace testigos de lo que significa vivir en comunión con Dios.
P. Fredy Peña Tobar, ssP

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