Francisco presenta la Eucaristía como centro para la vida de cada uno, en su relación con Dios, en sus relaciones con los demás hermanos.
Todos los grandes momentos de su vida han estado cercanos y enmarcados en la Eucaristía: su conversión (lC 22), la conversión de sus primeros compañeros (lC 24), el misterio de la encarnación en Greccio (1C 84).
Animaba incansablemente a sus hermanos a que celebraran la Eucaristía dignamente (CtaO 14-16) e hizo de la Eucaristía el único tema de catequesis para sus hermanos.
Francisco invitaba a discernir ante la Eucaristía, cuando hay momentos significativos de tu vida y tienes que tomar decisiones, detente ante la Eucaristía, y trata de razonar con la fe, pues la fe nos lleva a discernir y a ver en el pan y en el vino la presencia de Cristo. Solo se puede ser franciscano vivendo la Eucaristía.
Para ser santo, es preciso ser humano; para ser humano, es preciso ser sensible y tierno. Y, precisamente, en su ternura hacia todas las criaturas y su sensibilidad frente a la debilidad humana, radica la santidad de Francisco de Asís.
Estudiar la vida de Francisco es estudiar el evangelio viviente y puesto en práctica, lo acusaron de ser "utópico", irrealista, ¡Gracias a Dios que sí! Porque solamente aquel que desea lo que parece imposible para los hombres acaba por lograr lo que si es posible con Dios. Para muchos de nosotros, el evangelio está propuesto como un ideal, para Francisco fue una forma de vida, una exigencia.
Podemos resumir todo lo que significa la vida y la presencia de Francisco de Asís en la historia en una sola palabra: ternura. Pero "ternura" más que una palabra hablada es una práctica de vida que no solamente capta la esencia misma de Francisco, sino se espera, de toda la familia franciscana en el mundo hoy. La ternura, más que un sentimiento, es la capacidad de identificarse con el dolor y sufrimiento de otros; es la capacidad de hacer latir el corazón con el pulso del otro y es nuestra respuesta al amor que Dios tiene hacia todas sus criaturas.
Francisco, siendo joven, no tuvo miedo de la grandeza a la que Dios lo llamaba. “¡Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica!”, decía el santo.
Nuestro mundo muchas veces enseña a los hombres a vivir como lobos, los uno contra los otros. El amor que nace del Evangelio vence los “lobos” de este mundo, como hizo Francisco, que no tuvo miedo de ir hacia quien era considerado como un lobo.
El mejor homenaje que podemos ofrecer para honrar a Nuestro Padre, Francisco, en todos los tiempos, es, hacer lo que él hizo - creer en la palabra de Dios y ponerla en práctica; ser sacramentos vivos de los valores del Reino, hacer de nuestra vida una escenificaciones del evangelio y los bienaventuranzas, para que desde nuestro testimonio vayamos construyendo, dentro de este mundo, el Reino de Justicia, de Paz y de Amor.
La profunda devoción y piedad mariana del Santo de Asís es evidente desde la época de su conversión: Bernardo de Quintavalle, que lo hospedó algunas veces en su casa, "lo veía pasar las noches en oración, durmiendo poquísimo y alabando al Señor y a la gloriosa Virgen su Madre, y pensaba, lleno de admiración: 'Realmente, este hombre es un hombre de Dios" (2Cel., 24).
Su amor especial por la Madre del Señor se manifiesta también en la elección de residir en la Porciúncula. Allí gozaba a menudo de la visita de los Ángeles, como parecía indicar el nombre de la iglesia misma, llamada desde antiguo Santa María de los Ángeles. Por eso la eligió como residencia, por su veneración por los ángeles y su especial amor por la Madre de Cristo" (L.Mayor, II,8).
Francisco amaba de manera particular aquel lugar, lo amaba "más que todos los demás lugares del mundo. Aquí, en efecto, conoció la humildad de los comienzos, aquí progresó en las virtudes, aquí alcanzó felizmente la meta. En el momento de la muerte recomendó este lugar a los frailes, como el más querido de la Virgen" (Ibid.), "porque quería que la Orden de los Menores creciera y se desarrollara, bajo la protección de la Madre de Dios, allí donde, por méritos de ella, había tenido su origen" (L.Mayor, III,5). Una característica de María que llena de gozo a Francisco y lo hace especialmente devoto de ella es su maternal misericordia; es ella, "la Madre de la misericordia” que se manifiesta en la concesión del "Perdón de Asís", episodio que marca el triunfo de la misericordia de Dios y de la atenta intercesión de la Madre.
Francisco saluda a María como "virgen hecha Iglesia", porque ella es la mujer "pensada" desde toda la eternidad para ser la Madre del Verbo encarnado, el comienzo y la imagen de la Iglesia, nuevo Israel. Esta mujer resplandece de gracia y belleza, es la "Señora Santa", consagrada por el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, porque en su seno tenía que bajar el Verbo de Dios; de la "santa y gloriosa Virgen María"
También en las oraciones de Francisco encontramos importantes referencias a María; en el Saludo a la Bienaventurada Virgen , himno de alabanza que exalta la divina maternidad, obra de Dios, Trino y Uno:
"¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,
María virgen hecha Iglesia,
elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Defensor,
en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
¡Salve, tabernáculo de Dios!
¡Salve, casa suya!
¡Salve, vestidura suya!
¡Salve, esclava suya!
¡Salve, Madre suya!
y ¡salve, todas vosotras, santas virtudes,
que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
Para Francisco, contemplar la creación era experimentar la grandeza y la prodigalidad del Dios Altísimo… Nada tan bello, tan extremadamente hermoso como la Creación de Dios. Tan pura y tan idéntica, y tan radicalmente divina. Con esta naturaleza se identificó Francisco. Con esta naturaleza comulgó a Dios. Y esta naturaleza, únicamente divina, es la fuente de la ecología franciscana.
Francisco admiraba la naturaleza. Sentía un gran amor por los animales, platicaba con ellos, los cuidaba y protegía. Sabía que en la creación estaba la huella de Dios.
"Tú Francisco, por humildad, no quisiste nunca pensar como los hermanos de tu fe que Dios hizo a las criaturas: corderos, vacas, venados para el servicio y gloria del hombre. Las criaturas nacieron para sí mismas, y por eso tú las llamabas hermanas. " (G.Mistral, Motivos de S.Fco.).
San Buenaventura refiere que, cierto día, estando el Santo en el convento de Nuestra Señora de los Ángeles, una persona tuvo a bien regalarle una ovejita, y la recibió con mucho agradecimiento, porque le complacía ver en ella la imagen de la mansedumbre.
Después de recibida, mandó San Francisco a la ovejita que atendiese a las alabanzas que se tributaban a Dios y no turbase la paz de los religiosos con sus balidos. El animal, como si hubiese entendido al siervo de Dios, observaba con fidelidad su mandato pues tan pronto como oía el canto de las divinas alabanzas en el coro, se aquietaba, y si alguna vez se metía en la capilla, quedábase inmóvil en un rinconcito sin causar la menor molestia.
Pero el prodigio era ver cómo después del rezo divino, si se celebraba el santo Sacrificio de la Misa, al tiempo de elevar el sacerdote la Sagrada Hostia, la ovejita, sin ser enseñada de nadie, se ponía de pie e hincaba las rodillas en señal de reverencia a su Señor.
San Francisco amó a todas las criaturas de Dios y siguió Su ejemplo de bondad, misericordia, compasión y amor por toda la creación.
Oraciones franciscanas por todos los animales
Bendito seas, Dios Todopoderoso,
creador de todos los seres vivos.
En el quinto y sexto días de la creación,
Tú creaste peces en los mares,
aves en el aire y animales en la tierra.
Tú inspiraste a San Francisco para que considerara a todos los animales
como sus hermanos y hermanas.
Te pedimos que bendigas a este animal.
Por el poder de Tu amor,
permite que [el animal] viva según Tu deseo.
Siempre serás alabado
por toda la belleza de Tu creación.
¡Bendito seas, Dios Todopoderoso, en todas Tus criaturas! Amén.
San Francisco de Asís es aquel que hizo verdad uno de los sueños más profundos e irrenunciables del hombre: la fraternidad. De la fraternidad hizo una de la grandes prioridades prácticas del proyecto de vida, que lleva creando, en torno a sí, una singular comunidad de hermanos: en igualdad, la exclusión de todo dominio, el servicio y la obediencia recíproca, el respeto a las diferencias, el afecto mutuo, y la expresión privilegiada de la gratuidad de su vida fraterna. Y en el centro de la vida cotidiana apone el perdón, un lucido acto creador de reconciliación fraterna.
Uno de los pilares fundamentales que sustentan el ideal Franciscano es "LA FRATERNIDAD, valor de la convivencia de un grupo de hermanos en torno a Cristo, de la misma forma como Jesús vivió con sus discípulos, así mismo quiso experimentar Francisco ese ideal en su vida, en una relación de hermandad, de aceptación mutua, de minoridad (pues nadie es más o menos que el otro), y también bajo el concepto de una relación sincera y de respeto, pues el hermano espiritual es un regalo de Dios, no elegido por uno mismo sino entregado como una bendición en nuestras vidas.
Por ello Francisco repetía en su testamento: “El Señor me dio hermanos
Francisco quiso que entre sus frailes ninguno fuese llamado prior, sino que todos indistintamente se llamaran sencillamente hermanos menores (cfr. Rnb VI, 3-4).
La minoridad nace en Francisco de Asís como regalo frente al amor de Dios, que no dudó en entregar a su Hijo que se hizo hombre y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Fil 2,6-8; 2CtaF 1), haciéndose así menor y sometido a todos.
Cuenta Celano que San Francisco "era menor por profesión" pues era consciente que el mismo Cristo "se humilla cada día como cuando desde el trono real bajó al seno de la Virgen: diariamente viene a nosotros con humilde semblante; diariamente desciende del seno del Padre al altar en las manos del sacerdote"
Francisco encontró el fundamento de la minoridad en el Dios- hombre, en el Cristo crucificado de San Damián. El encuentro con el leproso abandonado y excluido de la sociedad y del sistema de su tiempo, hizo sí que ‘saliese’ del siglo y cambiase su condición social y su residencia, emigrando a Santa María de los Ángeles, se hizo menor.
Francisco realizó opciones valientes de minoridad:
• Autoridad sin poder que domina,
• Servicio caracterizado por la humildad,
• Relaciones fraternas con toda la creación,
La minoridad implica el reconocimiento del don del hermano y lleva al ejercicio común de la corresponsabilidad y de la participación de todos los hermanos en la animación de la fraternidad.
En la fraternidad donde todos han elegido ser menores y servir mas que ser servidos, todos no solo se llamen indistintamente hermanos, sino que realmente lo sean en la participación y en las decisiones relativas a la vida de la fraternidad.
Francisco comentaba: "sí, estoy enamorado y es de la novia más fiel y más pura y santificadora que existe". Los demás no sabían de quién se trataba, pero él sí sabía muy bien que se estaba enamorando de la Dama pobreza, se enamora de la Pobreza, a la que llama "Dama", puesto que fue el vestido que escogió el Hijo de Dios al Encarnarse.
La pobreza una manera de vivir lo más parecida posible al modo totalmente pobre como vivió Jesús... Y se fue convenciendo de que debía vender todos sus bienes y darlos a los pobres.
Paseando un día por el campo, encontró a un leproso lleno de llagas y, venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó. A partir de entonces empezó a visitar a los enfermos en los hospitales y a los pobres. Y les regalaba cuanto llevaba consigo.
A pesar de predicar especialmente a los pobres e identificarse con ellos, “Francisco tenía el hábito de alertar a sus discípulos, exhortándolos a no condenar y no despreciar a aquellos que vivían en la opulencia y vestían con lujo. Decía que “también ellos tienen a Dios por Señor, y que Dios puede, cuando quiere, llamarlos, como a los otros, y hacerlos justos y santos”. Uno de esos nobles le dio al Poverello el Monte Alvernia, donde recibiría la mayor gracia de su vida.
Por tanto, sabía Francisco que abrazar la Pobreza es abrazar a Cristo Crucificado, y que no se puede llegar a abrazarle mientras no se desprenda el alma de todo afecto o querer particular.
Francisco a través de su vida diaria siempre oraba y esto se puede apreciar en momentos importantes como en la ermita de San Damián, ahí Cristo le habla; en el monte Alvernia donde recibe las llagas y compuso las alabanzas al Dios Altísimo, además en Greccio representando el primer pesebre viviente.
Es interesante hacer notar que Francisco se preocupaba por preservar el espíritu de oración, por ello cuando escribe a San Antonio concediéndole permiso para enseñar la sagrada teología a los hermanos le pide que el estudio de esta debe ser hecho de modo que no “apague el espíritu de la santa oración y devoción.”
La oración era para Francisco la respuesta natural a la presencia de Dios en su vida, ella deja de ser un deber u obligación y se transforma más bien en el modo en el que “vivimos, nos movemos y somos” (Hch 17,28).
Una dificultad notable para la vida de oración en nuestro mundo actual es la falta de tiempo. Por ello Francisco propuso tres libros de oración a sus primeros seguidores: El Evangelio, la cruz y la naturaleza.
Quizás nosotros también necesitemos aprender a leer de verdad estos libros.
Por desgracia no estamos acostumbrados a hacer un alto para descubrir el sentido verdadero y esencial de las cosas que nos rodean.
Estamos ocupados y ansiosos acerca de muchas cosas, la misma observación que Jesús hizo a Marta hace tantísimos años (cfr. Lc 10) y muchas veces nos sentimos arrastrados en direcciones opuestas. A esto Francisco propone una simple solución: orar siempre.
En la Leyenda de los Tres Compañeros encontramos la admonición de Francisco a sus hermanos: “Que la paz que anuncian de palabra la tengan, y en mayor medida, en sus corazones. Que ninguno se vea provocado por ustedes a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los quebrados, para vendar a los heridos y para corregir a los equivocados”.