En 1241 los sarracenos
atacaron la ciudad de Asís.
Cuando se acercaban a atacar el convento que
está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís,
las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara aunque enferma se hace conducir hasta cerca de la puerta del
refectorio y pide que le traigan la cajita de plata que contiene el
Santísimo Sacramento de Nuestro Señor Jesucristo. Postrada en tierra,
sumida en oración rogó con lágrimas diciendo: “Señor, protege Tú a estas siervas tuyas, pues yo no puedo defenderlas en este trance”
Y una voz de maravillosa suavidad se dejó oír diciendo:
“Yo seré siempre vuestra custodia”. “Mi Señor, -añadió Clara- protege también, si te place, a esta ciudad que nos sustenta por tu amor”.Y Cristo a ella: “Soportará molestias, mas será defendida por mi fortaleza”.
Sin tardar más, de repente, el ejército sarraceno huye escapándose deprisa por los muros que habían escalado, sin causar el menor daño ni al convento ni a sus moradoras.
Y una voz de maravillosa suavidad se dejó oír diciendo:
“Yo seré siempre vuestra custodia”. “Mi Señor, -añadió Clara- protege también, si te place, a esta ciudad que nos sustenta por tu amor”.Y Cristo a ella: “Soportará molestias, mas será defendida por mi fortaleza”.
Sin tardar más, de repente, el ejército sarraceno huye escapándose deprisa por los muros que habían escalado, sin causar el menor daño ni al convento ni a sus moradoras.
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