Lucas dedica el centro
de su evangelio a la misericordia, que Jesús enseña con
parábolas y con el ejemplo de vida. El Evangelio, hoy inicia
diciendo que se dirige a los escribas y los fariseos que
se creían justos. Como si hoy hablara a los que se creen los buenos
de nuestras comunidades. El Señor no condena a nadie, pero invita
a los justos a que no se fíen de la propia justicia y se dejen
convertir por la justicia de Dios.
El pecador siente
necesidad de la misericordia cuando reconoce su condición;
el que se cree justo no la quiere para sí, ya que piensa que
no la necesita para sí ni para los otros por ser culpables. Así
pensaba Jonás. De este modo, se rechaza a Dios al
despreciar su amor por todos sus hijos. Dios no nos perdona porque
hemos pecado, sino porque somos sus hijos.
En el Antiguo Testamento,
Dios se revela en los profetas y los salmos como pastor. En los
evangelios, se define como el buen Pastor. En la parábola del hijo
pródigo y en muchos pasajes de la Escritura, su corazón se
dirige al hijo que falta, y no basta con la presencia de todos los
demás para consolarlo. Cada uno de nosotros tiene un valor
infinito para su corazón de Padre.
En las parábolas,
podemos ver que la oveja perdida es encontrada no por su
conversión sino porque el buen Pastor sale a buscarla. En la
parábola de la dracma Dios toma el rostro materno. Nada puede
hacer la moneda para ser hallada, es Dios con rostro de madre que la
busca hasta encontrarla. En el relato del hijo pródigo, el
muchacho se fue feliz con la herencia, y el Padre sufrió la pérdida.
La iniciativa es siempre
de Dios, padre rico en tiempo y misericordia. Su alegría será
completa cuando pecadores y justos se conviertan por igual para
poder ser amados por Dios y amarse entre ellos. Hoy Dios tomó la
iniciativa con cada uno de nosotros
P. Aderico Dolzani,SSP
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